El origen de la conocida como Fuente de las Tortugas de Cádiz se encuentra en las labores de remodelación de la fachada marítima de la ciudad correspondiente a la zona del Puerto, llevada a cabo en la primera mitad de la década de los años cincuenta del pasado siglo por el Ayuntamiento gaditano.

En concreto fue el día 13 de mayo de mayo de 1953 cuando la alcaldía promulgó un decreto en el que se explican los motivos que llevaron a idear la construcción de esta pieza del mobiliario urbano. Apenas dos semanas más tarde ya se contaba con el diseño ejecutado por Sánchez Esteve y el presupuesto de ejecución presentado por los talleres madrileños de Fausto Sepúlveda . Consta que esta premura en la ejecución del proyecto obedeció a la prevista visita del general Franco, que tuvo lugar en octubre de aquel año. Todo ello motivó que los trabajos se adjudicaran de forma directa, para evitar los retrasos que traerían consigo los habituales trámites de licitación ordinaria. Esta medida fue recomendada por el arquitecto, quien sin duda se vio apurado por el plazo exigido.

En el transcurso de las obras se ideó una nueva mejora para la urbanización de ámbito que centraría la fuente, con la construcción de dos pérgolas laterales que se presupuestaron también por el taller de Sepúlveda. Este fue el origen y proceso de ejecución de tan singular elemento del mobiliario urbano de Cádiz, que ha llegado hasta nuestros días completo, si bien ha sido objeto de algunos daños muy puntuales y reversibles que han alterado el aspecto de algunos de sus elementos. Quizás la pérdida más destacada ha sido el desafortunado derribo de una las marquesinas laterales a finales del siglo XX, para ampliar la paradas de autobuses allí situadas.

La nueva fuente diseñada en 1953 sigue pues postulados estéticos que siempre han resultado extraños a la tradición, pero ha pasado a incorporarse al paisaje urbano de la ciudad. Rodeada de jardines y flanqueada inicialmente por las pérgolas hoy perdidas parcialmente, está hábilmente pensada para encajar con la potente fachada de la Antigua Aduana. Presenta planta circular y sobre el pretil van cuatro tortugas, hoy lamentablemente repintadas, de cuyas bocas parten otros tantos chorros. La zona central está resuelta mediante una pila que descansa sobre alto pedestal decorado con hojas de acanto que sirve de base a un grupo de cuatro delfines de cuyas bocas surgen caños, coronando el conjunto un remate en forma de piña.

Parece evidente que Sánchez Esteve hubo de buscar referentes a la hora de realizar el diseño y recurrió a piezas históricas madrileñas. En concreto una de esas fuentes de inspiración pudo ser la conocida como Fuente de los Galápagos, hoy situada en el parque del Retiro. Esta obra fue levantada en 1833 en honor a Isabel II y situada originalmente en la Red de San Luis. El diseño es de Francisco Javier de Martietegui y las esculturas de José Tomás. Si bien las diferencias de esta obra con el proyecto de Sánchez Esteve son manifiestas, hay ciertos recursos que pudieron servirle de referente, como los propios materiales o la resolución de la zona central. A éstos se unen los materiales, que son los habituales en Madrid, granito y piedra blanca y los elementos escultóricos, como son las tortugas, aquí alternadas con ranas y los delfines de la zona superior.